jueves, 7 de diciembre de 2023

Niño imantado

Conversaciones inconclusas, indistintas, superfluas, pretendiendo romper el círculo de espacio personal. Sobreestimulación. Neblina de polvo y estruendos desafinados, y tú, tú en el centro. En el medio, en todo, dentro. Te persiguen mis sentidos, te tocan en la distancia y buscan tu aroma sin forma ni volumen fijo, hipnotizante y alucinógeno. Si existiesen otras vidas antes o después de esta, te recordaría; porque deambulas a través de los tiempos y las dimensiones, electrificando el pensamiento entre redes de células despeinadas. Te desean y te repiten, y buscan tu estímulo constante, tangible o imaginario. Y si interrumpen este circo de viaje astral, tú otra vez. Tú siempre. Metomentodo en mi discurso por exquisito. Te saborean mis papilas, monotema favorito y causa de ceguera cómica. Sintomatología: reducción de la visión por tu esplendor, indiferencia a otra belleza, inmunidad a encantos.

miércoles, 6 de diciembre de 2023

sábado, 23 de julio de 2022

Y en tus ojos veo el sino de mi ser finito. Millares y kilómetros en medida de tiempo; todo el futuro y un perfecto pretérito. Si no me reflejan, si no me detallan, ¿dónde hallar otro lugar favorito? Así sería un final súbito, pero mejor si soy tu súbdito. No como una esclavitud fatal, sino como un libre servil ignito. Entonces dime a dónde vas, por dónde irás, si te quedas, si no yo vuelo donde estás.

miércoles, 29 de junio de 2022


"Y, sin embargo, se me dilatan las pupilas al verte;
se me corta el aire si te tengo en frente"

miércoles, 2 de marzo de 2022

viernes, 28 de enero de 2022

Estrellita, ¿dónde estás?


La estrella de punta de alfiler, en la estación más desolada de la vía de este tren. La estrellita casi extinta de la punta del deseo y del tamaño de tu querer. Aferrada a las leyes que sabrán cómo la sostienen. Estrellita diminuta que la luna no te ve.

jueves, 9 de septiembre de 2021

lunes, 30 de agosto de 2021


- Listen I have to talk you about what happened, D.

- Don't, don't.

- No, no, no, I have to.

- Just hear me out.

- I think the mistake I made was thinking that I could forget what we did. I thought we were invencible. But, now I know that the things that people in love do to each other, they remember. And if they stay together, it’s not because they forget. It’s because they forgive.

-

- I was just... I was just so afraid that you wanted him. No, actually I was afraid that you were right to want him. 'Cause I thought he was the better man. And I-I know now he's not. He's just got more money.

lunes, 21 de junio de 2021

viernes, 4 de junio de 2021

Tú, mi casa.

Lo ha conseguido, el convencido de ser incapaz de alcanzar algún día un logro merecido. Lo ha conseguido. Y se requiere de imparable esfuerzo para exprimir los ánimos de un optimista hasta extinguirlos, y lo ha conseguido. Ahí va la inocentona de Martha y parece aliviada, parece; el huésped entró a la casa, nunca esperó quedarse realmente y cien años se quedó, era demasiado tempestuosa la noche y adentro Martha tenía encendido el carbón. Dulce Martha, secreta y cálida, ingenua, inmaculada, desconocida, reservada. Ha de ser muy egoísta elegir quedarse tanto tiempo en una casa ajena, beberse el vino y monopolizar la almohada, la puerta, cambiar las guardas para que nadie entre y nadie salga. 

¿Por qué no saliste al fin, Martha? Nadie te retuvo, es tu casa, Martha. 

El huésped no dijo que iba de paso, todos sus actos anunciaban que se quedaría siempre. 

Siempre es una medida muy larga, Martha, ¡ay, Martha!.

Esa noche Martha guardó la ropa añeja con la que le conoció, en el mueble blanco donde guarda todas las cosas viejas que nunca más recuerda. No se veían las estrellas por la neblina de lluvia y llegó inundado hasta la esperanza; el barrizal era más oscuro que el color de su aura en tinieblas, pero le sonrió a Martha y esa sonrisa siempre alumbró como ninguna otra. Se ha dicho que los ojos son la ventana del alma pero sus ojos eran el sol, nunca entendió bien porqué, o a lo mejor sí. Y la maleta, la maleta era ligera como de un buen peregrino, ella la vio, con sus ojos enormes la vio pero el optimismo es el enemigo temido de la realidad, y el de Martha era agobiante, asfixiante, el corazón convencía de ser capaz de cambiarle el rumbo y a la verdad lo hizo, al menos no partió al día siguiente cuando amaneció potente el sol. El huésped se quedó.

Martha atendía a los que le importunaban siempre a la puerta, nadie en la vida entró, si algo vieron, fue a lo lejos, por su curiosidad no con su permiso; a veces pasaban horas escuchando historias y compartiendo una que otra carcajada pero al llegar la noche, cerraba la puerta, ponía dos cerrojos y tres candados, uno arriba, otro al medio y otro abajo, los tres del mismo tamaño. Pero Martha jamás fue tan feliz como cuando le hospedó, y a la vez experimentó los días más tristes; era bellísimo, su corazón era más puro que el suyo -solía asumirse que Martha era una maravilla, pero lo hubieran visto carta abierta a él-, hábitos impecables y la risa más genuina que la música clásica. ¡Ay, era tan preciosa, tan retumbante! Era real, no como la de ella siempre oculta y mesurada por sus complejos. Martha nunca necesitó otro cuerpo, el del huésped era el cielo. No debería haber ningún reproche ni mínimo cuestionamiento por asumir que no había nada más mortalmente excelso; nadie encendió su piel como el huésped, es que nadie antes encendió su piel y era suficiente. Más que eso. Martha fiel y leal, Martha. ¿Por qué parece a veces que está mal hacerlo bien? Sin embargo, el huésped no es el villano, aquí está la controversia, así, su aura era negra pero sus ojos de llama; el alma del huésped era tan blanca, traslúcida casi, pero lo convencieron de que no merecía ninguna bienaventuranza, que los errores siempre serían repetidos, su corazón firmemente lo aseguraba. ¿No nos ha pasado a todos que pensamos tanto en el mal que puede venir que al fin llega? ¿Es que realmente estaba destinado a llegar o pensando tanto en él, se arraigó a los hechos y lo hicimos realidad? Martha buscó tanto convencerlo de ello, un intento tras otro, lo abrazó tan fuerte para que no se rompiera más, pero se auto-infringía dolor. Y cuánto duele ver un ser bello incapaz de reconocer su naturaleza sublime. Creo que Martha se quedó sin fuerzas después del último golpazo que los mató a los dos. Martha la fuerte, la tendiente a la implosión, explotó. Martha, ¿Qué haces tendida en el suelo, quién te tumbó? No fue el huésped no, fue el enemigo del huésped y el suyo, el que los mató a los dos.

Ve cómo se avecina la tormenta más densa y extensa, es cien veces peor que la noche en que convergieron sus universos. Revolcó la casa, todo se partió, todo se inundó, entra agua por la puerta, qué inútiles son ahora los cerrojos, quebradas las ventanas, ¿Dónde está el huésped? El amado de su corazón, a quién le entregó la vida ¿Dónde está? La casa que estaba alumbrada con velas, que sumadas producían un enorme resplandor se sumió en las tinieblas, el agua, el viento las ahogó. Y el huésped se abrazó a un ancla de culpabilidad y se hundió. Martha supo que quería sucumbir permanentemente, lo conocía bien, pero Martha sabía que no había sido él, no, fue el enemigo del huésped y el suyo, el que los inundó a los dos. ¡Ah, qué envidia tan profunda, que celos tan amargos, qué veneno corrosivo escupió la víbora cuando vio tan grande amor! Aun más, cuando supo que el huésped estaba mudando de aura, quería quedarse para siempre y ya no parecía una medida demasiado larga. Pero Martha nadó con las fuerzas que no tenía y sus lágrimas se fundieron con el mar que los cubría. Nadaba sin descanso aunque estaba en pedazos, su corazón, su alma, su mundo estaba en pedazos. Mira, el huésped, a una brazada más de alcanzarlo. La vio acercarse, la luz de la luna le alumbró, y mudo le decía: no me salves, sálvate de mí. Sálvanos de mí. Maldito sea, enemigo del huésped y el suyo, el que los hundió a los dos.

El tiempo transcurrió más lento que durante un diálogo sin alma. El huésped de su corazón no sentía esperanza, toda la que recobró a partir del día en que se hospedó se había ido. Llegó como sin aviso lo que ya esperaba, lo que creía que esperaba. Una fuerza se sumó a la de Martha y con su brazo lo empezó a halar, y él no quería soltarse del ancla. Fue más larga la distancia subiendo que de bajada, y el huésped en medio del agua, lloraba. En medio del agua lloraba. Ni el huésped ni Martha tenían fuerzas, ¿Qué entonces los empujaba? Él fue abriendo uno a uno sus deditos, se despidió del ancla, se sentía más ligero el viaje pero aún estaba lejos la superficie; empezó a mover sus pies y alcanzó la altura de Martha, pero Martha ya estaba agotada. Lo ha conseguido, el convencido de ser incapaz de alcanzar algún día un logro merecido. Lo ha conseguido. Y se requiere de imparable esfuerzo para exprimir los ánimos de un optimista hasta extinguirlos, y lo ha conseguido. Ahí va la inocentona de Martha y parece aliviada, parece. Este vacío no se compara con nada antes, ni después, lo sabe. Si pudiera devolver el tiempo, oh, si pudiera, volvería a donde se unieron nuestros destinos...

para hacerlo mejor. Martha sabía que había una razón, ella nunca fue obstinada, pero sabía que había una razón, les conviene crecer juntos a los dos.

Ya no hay vuelta atrás, Martha. 

No hay manera de devolver el tiempo, ni de olvidar lo sucedido. Pero no hace falta, ve, este realismo nos hará mejor.

Aunque daría lo que fuera por aliviar y quitar todo el dolor de un tiro. ¡Ay, Martha! Pero ya pasará.

Un beso en la frente, siempre ha sido su protector. Ha soltado la pesada carga del optimismo. El huésped toma a Martha y la lleva a ella ahora con paciencia en sus brazos. Rompen con violencia la última capa del agua y emergen juntos a la mañana, fue demasiado larga la noche. Fue demasiado larga. No será más huésped, será su casa.

No fue el el huésped, no fue Martha, no, fue el amor el que los salvó a los dos.