
Una vez, caminaba por la calle, torpe y desprevenidamente, así como de costumbre, era un día no muy normal recuerdo que mi alma y mi mente sentían tanta felicidad, creería que la sonrisa que reflejaba al mundo en ese instante jamás volvería a repetirse; miraba al cielo, y tropezaba con la gente, alguien se percató de mi felicidad, al parecer notó lo plena y realizada que me sentía, entonces se posó frente a mi y con un rostro rebosando de seriedad e insatisfacción me miró a los ojos y me dijo " Nada es para siempre", le miré extraño y seguí mi camino.
Si pudiese encontrarle de nuevo, una vez más vestida de alegría, tal vez le diría que nunca tuvo razón y jamás la tendrá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario