Dulce masoquista
Te enamoraste de tu verdugo, prisionera. Teniendo las llaves de tu celda elegiste vivir en condena. Y resulta que soy incapaz de seguir mi camino mientras observo convertirse en barro a causa de tus lágrimas la arena sobre la cual estás tendida, indefensa amante del dolor. Me parte alma verte así, tan aferrada a las cadenas; tenerte en frente y no poder hallar la forma en que descubras la necesidad de libertad que deberías anhelar; me frustra, es como si también yo estuviese atada a ellas.
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