lunes, 19 de octubre de 2015

Carta a todas tus catástrofes

Y no quería esto para los dos. 
Nuestros seres se quisieron en silencio; nadie jamás supo con detalle cómo fue surgida nuestra historia. Fue errada en varios tiempos. Fue bella desde el principio. Fue un te quiero casi imperceptible, mas aún recuerdo la primera noche cuando tu mirada mutó, no era la misma, se transformó; una voz de fondo, medio burlona y siempre sabia, expresó que entre estos dos no hacían falta palabras, que nos decíamos secretos con miradas. Luego vino tu confesión. 
Yo me aferro con fuerza a todas estas cosas, a lo minúsculo, a lo que fácil se olvida, a lo que no siempre se atesora, por eso me aferro, por eso me aferré a ti. Y lo que nadie veía se hundió dentro, en mí. El sol minúsculo que orbita en tu sonrisa; la tibieza de tu cercanía; el frío polar del pasado que siempre quise verte reparar; las cicatrices, las heridas, el miedo que se te colaba por momentos y los instantes de felicidad fugaz que te surgían, intermitentes; todo lo que te hace tú y no otro, todo lo que hace quererte a ti y no a otro.
Y no quería esto para los dos, el adiós. Por tanto postergaba la lejanía. Yo contigo también fui feliz -perdóname no pronunciarme-, yo también te quiero a mi lado; yo te quiero igual en mi vida, yo te quiero y te extraño.

No hay comentarios: