Miro y dentro, en su infinito, hay un mar a media calma, donde estrella el río y el Pacífico, donde combaten las olas contra los litorales. Baja la marea cuando ya ha arrasado con todo, baja el agua después de haber secado nuestras bocas, y descubre lo secreto. Se abren los labios de las ostras tan sedientas, asoman sus pies, revelan las perlas. Amontona sus almohadas ostentosas el inmenso cielo, extiende sus sábanas azules a lo ancho. Se hunden mis dedos profundos en la arena opaca, me abrazan sus vientos, suspiro, duermo y entre sus ramas desaparezco.
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