Todo es bello en el manglar, cómo escalan las raíces en busca de saciar su sed de agua salada, cuán frondosos los doceles, atestados de delicados hospederos; todo es arte en presencia de oleaje; todo es sublime ondulando sobre la lejana profundidad; todo es fácil, confortable, apacible, si no baja la marea y descubre el fango, que ya no es tan excelso, hundirse en el sedimento, palpar lo nauseabundo. Culpa atribuíble a la concepción errónea de lo impuro. No se puede amar el mar concibiéndole solo en superficie por infinita y única que parezca; también hay belleza en el lodasal, hay mayor hermosura en el humdimiento, hay atractivo indefinible, escasamente concebible, en lo inmaterial. Inestimable verdad pura, sin alteraciones.
Habiendo naufragado largo tiempo en la ordinaria estandarización, la vulgar expectativa, el repetido y calcado e insípido estereotipo de lo fino, no conozco mejor manera de apreciar lo absolutamente majestuoso. Lo honesto de su espontaneidad es mejor que cualquier espectáculo exquisito y reservado, exclusivo para la vista.
Habiendo naufragado largo tiempo en la ordinaria estandarización, la vulgar expectativa, el repetido y calcado e insípido estereotipo de lo fino, no conozco mejor manera de apreciar lo absolutamente majestuoso. Lo honesto de su espontaneidad es mejor que cualquier espectáculo exquisito y reservado, exclusivo para la vista.
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