miércoles, 27 de marzo de 2019

Digo yo, creo yo, que era un alma que necesitaba ser salvada pero no quería, no aceptaba porque era de sí misma de quién debía ser rescatada. Era un alma que pensaba que por ser alma levitaba. No era la única, claro está, por eso no le di importancia. Tenía el aura de todos los colores de todas las galaxias y por eso se confiaba.

Nunca se supo de dónde venía, qué quería ni a qué apuntaba, y tal vez sea por eso que entre tantos universos naufragó. Se llenó de agua hasta los poros, le besaron la punta de los pelos las superficies de los mares, se ató al calcañar una áncora inmensa y tremendamente pesada, llena de óxido, y aun así su ego jamás se hundió. Parece el alma que entre tanto error y desatino, un despertar, de tanto errar acertó. Parece el alma que de algún modo comenzó a flotar y algún barquito se vistió de rescate y le auxilió. Parece el alma que el que le fundó abunda en misericordia y le halló.

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