Sábado siete de Agosto...
Aparece, en el momento menos indicado; había conseguido olvidarlo pero estas fechas me obligan a rememorarlo. Y así fue, en la noche de un siete de Agosto me enamoré de su cinismo. La luna resplandecía como nunca, me acercaba lentamente y él perseguía con sus verdes ojos mis pasos, y las miradas de reojo sólo aumentaban el deseo de tenerlo en mis brazos. Esa fue mi perdición. Lo se, recuerdos para olvidar.
1 comentario:
Las miradas verdes son peligrosísimas!
Hay que olvidar...
Besos, guapa.
Publicar un comentario