lunes, 13 de abril de 2015

¡Leven anclas!

Qué importaba si era demasiado pretencioso querer hacer flotar un ancla. Bueno, un ser que se creía ancla pero tenía más reales alas que un águila y un par de sueños que podían alzar vuelo con una minúscula pizca de voluntad. Allí radicaba el dilema: en el estancamiento; en el querer y el poder. No era que no pudiera volar, era que inconscientemente quería seguir atado a la gravedad.

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