martes, 7 de abril de 2015

JoKer

Pero cada vez que lo miraba era inevitable flotar en medio de la iridiscencia. No podría arrancarle al corazón la dulce sensación de atravesar las nubes después de tocar el cielo con las yemas de los dedos; los dedos que se enredan voluntariamente sin vuelta entre sus cabellos.
Por eso me quedo, porque intento convencerme de que vale la pena perseverar por aquello que anhelo contemplar día tras día sonriendo. Pagaría por ver esa sonrisa en todo momento. 

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