Lo quiero porque él es literalmente hermoso. Y con "literalmente" no sólo me refiero al hecho de que provoque escribir de él unas cuantas muchas maravillas, sino también a que es extensamente hermoso: desde el interior hasta lo perceptible a los ojos; desde la belleza de su corazón semi-entenebrecido hasta la sensualidad de sus piernas. Porque las palabras que no dice son tan bellas como los besos que me guarda; porque detrás de sus miedos se encuentra un hombre-niño vestido de armadura de caballero valiente, ansioso por amar y por vivir.
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