No, no puede entenderlo porque no se ha visto desde mis ojos y jamás podrá hacerlo. Amé su iris a la luz del día y sus párpados en la noche, sus pestagnas. Amé sus labios resecos y amé humedecerlos; amé cada una de las fisuras de su cuello, sus manos tibias también. Amé todo lo que él odiaba; las imperfecciones de su piel, amé los dedos de sus manos, los dedos de sus pies. Amé la tonalidad de su voz y cuando fallaba en la guitarra; cuando reía, cuando lloraba, cuando hablaba, cuando callaba. Amé los besos en mis manos, los besos que siempre odié por sus labios se hicieron dulces. Amé su fuerza y su debilidad, y cómo me ataba con sus brazos y piernas para que no me fuera. Amé su inseguridad completa. Su respiración, sus saltos mientras dormía. Amé su aroma, su calor aun en tiempo seco; su humor, su intensidad, su tenacidad, los sueños que nunca conocí pero esperé que cumpliera; amé su mirada, incluso su forma caótica de ver la vida. Lo quiero y lo querré. Y, al parecer, lo amé.
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